Como Conocer la Voluntad de Dios
Descubrir la voluntad de Dios es una aventura con recompensas maravillosas. La Palabra de Dios es nuestro mapa para el viaje y el Espíritu Santo es nuestro guía. Por tanto, nos da “señales” para el camino.
Circunstancias. Dios puede utilizar situaciones —incluso negativas— para comunicarse con nosotros (Fil 1.12). Para discernir el significado de una situación, debemos vincular los principios bíblicos a nuestras circunstancias. Dios nunca contradice su Palabra, y su voluntad la confirma siempre.
Consejo. El Señor puede dirigirnos por medio del consejo de otros creyentes. Para evaluar lo que le estén diciendo, pregúntese: ¿Ofrecen principios bíblicos para ayudarme a encontrar la voluntad de Dios, o solo su propia opinión?
Conciencia. Una vez que nuestro “sistema de alarma interno” haya sido programado de acuerdo con los principios bíblicos, podemos utilizarlo como un recurso para determinar el plan de Dios para nuestra vida.
Sentido común. Cuando hay que tomar decisiones rápidas, el Espíritu nos ayuda a pensar en las opciones que honrarán a Dios (Stg 1.5, 6).
Compulsión. A veces, Dios nos da el deseo irresistible de que sucedan algunas cosas. Si no contradicen la Palabra y nuestros sentimientos se mantienen firmes con el tiempo, debemos seguir adelante (Sal 33.4; 1 Co 9.16).
Contentamiento. Dios nos da su paz cuando aceptamos obedientemente su voluntad (Is 26.3).
Con su manual de instrucciones en mano, ¿está usted mirando las “señales” que Dios pone en su camino? El Padre celestial no quiere que deje de ver su voluntad perfecta para su vida.
Circunstancias. Dios puede utilizar situaciones —incluso negativas— para comunicarse con nosotros (Fil 1.12). Para discernir el significado de una situación, debemos vincular los principios bíblicos a nuestras circunstancias. Dios nunca contradice su Palabra, y su voluntad la confirma siempre.
Consejo. El Señor puede dirigirnos por medio del consejo de otros creyentes. Para evaluar lo que le estén diciendo, pregúntese: ¿Ofrecen principios bíblicos para ayudarme a encontrar la voluntad de Dios, o solo su propia opinión?
Conciencia. Una vez que nuestro “sistema de alarma interno” haya sido programado de acuerdo con los principios bíblicos, podemos utilizarlo como un recurso para determinar el plan de Dios para nuestra vida.
Sentido común. Cuando hay que tomar decisiones rápidas, el Espíritu nos ayuda a pensar en las opciones que honrarán a Dios (Stg 1.5, 6).
Compulsión. A veces, Dios nos da el deseo irresistible de que sucedan algunas cosas. Si no contradicen la Palabra y nuestros sentimientos se mantienen firmes con el tiempo, debemos seguir adelante (Sal 33.4; 1 Co 9.16).
Contentamiento. Dios nos da su paz cuando aceptamos obedientemente su voluntad (Is 26.3).
Con su manual de instrucciones en mano, ¿está usted mirando las “señales” que Dios pone en su camino? El Padre celestial no quiere que deje de ver su voluntad perfecta para su vida.
Obstáculos para Conocer la Voluntad de Dios
La Biblia nos dice que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta en todo sentido (Ro 12.2).
Para disfrutar de la vida espiritual en su máxima expresión, necesitamos descubrir los planes de Dios y sus deseos para nosotros, y luego andar en ellos cada día. Pero, ciertos obstáculos pueden impedirnos discernir tales propósitos.
La voluntariedad. Nosotros somos nuestro obstáculo más grande. Nacemos con una naturaleza que desea hacer las cosas a su manera. Para poder obedecer el plan de Dios, tenemos que rendirnos a Él y aceptar su voluntad. Tenemos que decidir cada día dejar que Él gobierne nuestros pensamientos, emociones, familia, trabajo y decisiones. Rendirse a Dios significa la victoria; aferrarnos a nuestras ideas nos hace fracasar (vea 1 Co 15.57).
La ignorancia de los principios de Dios. Erramos cuando no sabemos lo que es importante para Dios y lo que hay que evitar. Nuestra mente puede cambiar de lo terrenal a lo espiritual solo con la aplicación constante de la Palabra. Sin la luz de la instrucción bíblica nos desviaremos del plan de Dios (Sal 119.105).
La influencia de los demás. La gente tiene un montón de opiniones acerca de lo que debemos hacer, y de cómo quiere Dios que nos conduzcamos. A menos que seamos muy cuidadosos, actuaremos para satisfacer a las personas. Entonces terminaremos fuera de la voluntad de Dios, porque pusimos a otros primero que a Él.
Si nos abandonamos al cuidado de Dios, entonces nuestro “yo” será dominado, crecerá nuestra hambre por su Palabra y viviremos para agradarle a Él, no a los hombres. ¿Le ha dado usted el “trono de su vida” al Señor
Para disfrutar de la vida espiritual en su máxima expresión, necesitamos descubrir los planes de Dios y sus deseos para nosotros, y luego andar en ellos cada día. Pero, ciertos obstáculos pueden impedirnos discernir tales propósitos.
La voluntariedad. Nosotros somos nuestro obstáculo más grande. Nacemos con una naturaleza que desea hacer las cosas a su manera. Para poder obedecer el plan de Dios, tenemos que rendirnos a Él y aceptar su voluntad. Tenemos que decidir cada día dejar que Él gobierne nuestros pensamientos, emociones, familia, trabajo y decisiones. Rendirse a Dios significa la victoria; aferrarnos a nuestras ideas nos hace fracasar (vea 1 Co 15.57).
La ignorancia de los principios de Dios. Erramos cuando no sabemos lo que es importante para Dios y lo que hay que evitar. Nuestra mente puede cambiar de lo terrenal a lo espiritual solo con la aplicación constante de la Palabra. Sin la luz de la instrucción bíblica nos desviaremos del plan de Dios (Sal 119.105).
La influencia de los demás. La gente tiene un montón de opiniones acerca de lo que debemos hacer, y de cómo quiere Dios que nos conduzcamos. A menos que seamos muy cuidadosos, actuaremos para satisfacer a las personas. Entonces terminaremos fuera de la voluntad de Dios, porque pusimos a otros primero que a Él.
Si nos abandonamos al cuidado de Dios, entonces nuestro “yo” será dominado, crecerá nuestra hambre por su Palabra y viviremos para agradarle a Él, no a los hombres. ¿Le ha dado usted el “trono de su vida” al Señor
Intimidad con Dios
Desde el principio, la intención de Dios fue tener una relación personal y amorosa con nosotros. ¿Qué evidencia tenemos de ello?
Su Hijo. Una de las razones de la venida de Cristo al mundo es que conozcamos al Padre celestial y tengamos comunión con Él. La Biblia nos dice que Jesús es su representación exacta; sus palabras y sus obras fueron las mismas del Padre (Jn 5.19; 12.50). Por tanto, cuando miramos al Hijo, estamos viendo el carácter de nuestro Padre celestial.
Su invitación. Dios nos invita, por medio de la Biblia, a unirnos a su familia (3.16). Él se encargó de preparar cada uno de los detalles; a nosotros lo único que nos corresponde es aceptar la invitación.
Su Hijo. Una de las razones de la venida de Cristo al mundo es que conozcamos al Padre celestial y tengamos comunión con Él. La Biblia nos dice que Jesús es su representación exacta; sus palabras y sus obras fueron las mismas del Padre (Jn 5.19; 12.50). Por tanto, cuando miramos al Hijo, estamos viendo el carácter de nuestro Padre celestial.
Su invitación. Dios nos invita, por medio de la Biblia, a unirnos a su familia (3.16). Él se encargó de preparar cada uno de los detalles; a nosotros lo único que nos corresponde es aceptar la invitación.
Su adopción. El lazo más cercano que podemos tener unos con otros es la familia. En el momento de la salvación, el Señor nos adopta en la suya. Esta relación con nuestro Padre celestial dura por la eternidad, dándonos sustento, aliento y amor.
Su amistad. Al llamar “amigos” a sus discípulos (15.15), Jesús reveló un nuevo aspecto en cuanto a su relación, que se aplicaría también a sus futuros seguidores. Cristo es un amigo que nunca nos abandonará.
Su presencia. A partir del momento de nuestra salvación, el Espíritu Santo habita en nosotros. El Señor nos invita a ser miembros de su familia por medio de la fe en Cristo. Este es nuestro llamamiento supremo: creer en Él y vivir para Él todos los días de nuestra vida (20.31).
Una vez que llegamos a ser hijos de Dios, su Espíritu obra en nosotros para hacernos más parecidos a su familia, en pensamientos, palabras y acciones.
Su amistad. Al llamar “amigos” a sus discípulos (15.15), Jesús reveló un nuevo aspecto en cuanto a su relación, que se aplicaría también a sus futuros seguidores. Cristo es un amigo que nunca nos abandonará.
Su presencia. A partir del momento de nuestra salvación, el Espíritu Santo habita en nosotros. El Señor nos invita a ser miembros de su familia por medio de la fe en Cristo. Este es nuestro llamamiento supremo: creer en Él y vivir para Él todos los días de nuestra vida (20.31).
Una vez que llegamos a ser hijos de Dios, su Espíritu obra en nosotros para hacernos más parecidos a su familia, en pensamientos, palabras y acciones.
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